Una investigación inédita realizada por el equipo de Solidaridad en Brasil en la región de MATOPIBA ofrece una radiografía del balance de carbono a lo largo de 150 mil hectáreas de cultivo de soja, y brinda información útil a empresas sobre cómo adoptar prácticas de bajo carbono sin comprometer la rentabilidad.
El estudio “Balance de Carbono de la producción de soja en MATOPIBA” responde al papel que el sector agropecuario puede jugar en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que provocan el calentamiento global. Dado que el cultivo de soja tiene un papel primordial en la balanza comercial de Brasil y la imagen del país en la economía mundial, Solidaridad buscó demostrar qué sistemas de manejo pueden reducir de forma significativa las emisiones de GEI e incrementar la captura de carbono en suelo, sin comprometer la rentabilidad.
Según Juliana Monti, Coordinadora de Proyectos de Solidaridad en Brasil, el análisis midió el stock de carbono en la áreas con vegetación nativa y en las áreas de cultivo, tomando en cuenta los cambios en el uso de la tierra y las mejoras prácticas adoptadas.
Los datos demuestran que hay grandes oportunidades para que las empresas y los productores del sector obtengan una alta rentabilidad aplicando prácticas agrícolas de bajo carbono”
«Los datos demuestran que hay grandes oportunidades para que las empresas y los productores del sector obtengan una alta rentabilidad aplicando prácticas agrícolas de bajo carbono”.
El estudio analizó 50 establecimientos con distinto tipo de vegetación en 22 municipios dentro de lo que se conoce como MATOPIBA (región que integran los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía en el bioma del Cerrado). La extensión total abarcada fue de 150 mil hectáreas, el equivalente a 150 mil estadios de fútbol.
La metodología para el cálculo del balance de carbono tuvo en cuenta 5 factores de emisiones (uso de cal y yeso agrícolas, fertilizantes nitrogenados, quema de combustible, uso de electricidad y residuos de cosechas). En el caso de las capturas, se tomó en cuenta el secuestro en suelo derivado de prácticas agrícolas conservacionistas.
Si bien no fue contabilizado para el cálculo de balance de carbono, el estudio también reporta el stock de carbono procedente de la biomasa de la vegetación nativa en las reservas legales, las áreas de conservación permanente y las áreas de excedente forestal dentro de los establecimientos estudiados, que alcanzó las 3.059.577 tC.
En promedio, el estimado de emisiones de carbono en la zafra 2019/2020 para el área evaluada fue de 150.575,90 tCO2e/año. De este total, más de la mitad (55.5%) de las emisiones fueron originadas por el uso de cal y yeso para fertilizar y mejorar la calidad de los suelos. La segunda fuente de emisiones fue el uso de fertilizantes nitrogenados (21,5%), utilizados mayormente en cultivos de segunda como el mijo; siendo la aplicación de urea el origen del 60,9% de las mismas. El 23% restante se debió a emisiones indirectas por la quema de combustibles, la descomposición de restos agrícolas después de las cosechas, y el consumo de energía eléctrica.
BALANCE DE CARBONO Y ESCENARIOS DE MANEJO
Para el estudio se tomaron en cuenta cuatro escenarios de cambio de uso de suelo y/o manejo, que se aplicaron en cada uno de los establecimientos de la muestra.
Escenario 1: Conversión de vegetación nativa (Cerrado) a uso agrícola bajo manejo convencional. tCO2e/ha/año)
Escenario 2: Conversión de vegetación nativa a uso agrícola bajo siembra directa.
Escenario 3: Pasturas degradadas a uso agrícola bajo siembra directa.
Escenario 4: Uso agrícola con conversión de manejo convencional a siembra directa.
En base a la línea de base para cada escenario, se calcularon las variaciones en términos de emisiones o capturas al cambiar el uso/manejo del predio.
Al calcular el balance para los 50 establecimientos bajo estos cuatro escenarios, se verificó una variación de entre 1,89 tCO2e/ha/año (aumento de emisiones) y -0,79 tCO2e/ha/año (reducción de emisiones), correspondiente a los escenarios 1 y 4.
Como esperado, mientras en el escenario 1 aumentaron las emisiones con respecto a la línea de base, el cambio de uso y de manejo en los escenarios 2 y 3 presentaron un mayor potencial para reducir emisiones. Asimismo, el escenario 4 fue el único en presentar una mayor capacidad de captura respecto de su línea de base (aproximadamente un 33%). Para los cuatro estados de MATOPIBA la tendencia fue la misma.
“Lo que vimos es que existe potencial para reducir las emisiones de carbono con prácticas que ya están disponibles para los productores y que pueden ser adaptadas a la realidad de cada región, optimizando el uso de recursos naturales y financieros”.
“Lo que vimos es que existe potencial para reducir las emisiones de carbono con prácticas que ya están disponibles para los productores y que pueden ser adaptadas a la realidad de cada región, optimizando el uso de recursos naturales y financieros”.
OPORTUNIDADES DE MITIGACIÓN
Al comparar los distintos escenarios salta la vista la capacidad de mitigación de los sistemas en siembra directa, aplicados sea para soja, como para otros granos, siempre y cuando no se parta de la conversión de vegetación nativa. Si el escenario cuatro se adoptara en toda la región, el potencial de reducción de emisiones podría alcanzar los -357,6 mil tCO₂e/año.
Según la especialista en carbono de Solidaridad, Camila Santos, análisis como estos brindan información útil para que quienes producen reduzcan los impactos ambientales generados por sus actividades y que las decisiones productivas estén alineadas a las prioridades locales y globales.
“Mientras tanto, es importante que se realicen más estudios sobre el tema en la regiones productoras, para que los resultados obtenidos respondan cada vez más a la realidad de cada lugar. Los suelos del Cerrado son diferentes, por ejemplo, a los de la Pampa húmeda, por lo que es necesario identificar esas diferencias y traducirlas para que el modelo sea aplicable”, concluye.
“Mientras tanto, es importante que se realicen más estudios sobre el tema en la regiones productoras, para que los resultados obtenidos respondan cada vez más a la realidad de cada lugar. Los suelos del Cerrados son diferentes, por ejemplo, a los de las Pampas, por lo que es necesario identificar esas diferencias y traducirlas para que el modelo sea aplicable”, concluye.
Vale destacar que la metodología desarrollada y presentada en el estudio, así como los análisis de balance de carbono correspondientes al Estado de Bahía, integrarán la calculadora de carbono del Sistema de Información Medioambiental del Oeste de Bahía, una plataforma desarrollada por el centro universitario SENAI CIMATEC, y que será gestionada por la asociación de productores AIBA. Con 36,9 millones de hectáreas de soja cultivadas, y una producción de 128,8 millones de toneladas, Brasil es actualmente el mayor productor mundial. En la cosecha 2019/2020, el país fue responsable del 38% de la producción a nivel mundial.
El estudio “Balance de Carbono en la producción de soja de MATOPIBA” cuenta con el apoyo de Land Innovation Fund, la Agencia de Cooperación para el Desarrollo de Noruega (Norad) a través de su Iniciativa Internacional de Clima y los Bosques (NICFI). El mismo fue realizado en alianza con la Asociación de Agricultores e Irrigadores de Bahía (AIBA) y conducido en colaboración con el Instituto de Gestión y Certificación Forestal y Agrícola (Imaflora).