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Un cultivo de exportación para conservar las raíces

820 familias indígenas del Chaco central paraguayo acceden desde hace cuatro años a los beneficios de la venta de sésamo. Ahora se preparan para continuar el cultivo por sí solos a través de capacitación en planificación, manejo y gestión financiera.

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Dentro de las 10 aldeas que componen la comunidad indígena de El Estribo, en el Municipio de Teniente Primero Irala Fernández, el bosque es una suerte de cooperativa. Del bosque extraen algarrobo para elaborar harina y jugos, miel, carne y el caraguata, un arbusto que les provee de fibra para hacer tejidos artesanales como carteras, cintos y collares. “Este bosque aquí es muy importante para nosotros, muchos alimentos nos brinda, y sin él de a poco nosotros también desapareceríamos”, explica Felicita Villalba, Presidente de la Organización de Mujeres Mismo Indígena (OMMI) de El Estribo.

En la actualidad, sin embargo, estas actividades económicas tradicionales no son suficientes para garantizar la seguridad alimentaria de la comunidad. Algunos miembros se dedican a la cría de ovejas y cabras, pero las condiciones climáticas extremas, con largas épocas de sequía, hacen difícil llevar adelante proyectos productivos.

Con el fin de buscar una salida económica que permitiera el desarrollo económico de la comunidad, Solidaridad convocó en 2017 a los líderes de las comunidades a formar parte una Mesa de Gobernanza con representantes del sector público y privado. El objetivo de la misma era establecer de manera participativa e inclusiva una agenda común de soluciones productivas adaptadas al territorio.

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La agenda acordada con las comunidades preveía: mejorar el acceso al agua, organizar huertas escolares y comunitarias para cultivos de subsistencia, y buscar un rubro agrícola para renta. Dada su salida comercial, y que se adapta bien a las condiciones climáticas y del suelo en el Chaco, las comunidades decidieron emprender el cultivo de sésamo.

Solidaridad contactó a la empresa Shirosawa COMPANY S.A.I.C., y posteriormente a la empresa UNITEX, con la Mesa de Gobernanza para que los productores indígenas pudieran comercializar lo producido. “Fue la primera vez que los líderes de las comunidades negociaron el precio de su producción sin intermediarios con una empresa”, señala Carlos Florentín, coordinador del proyecto.

Para las campañas de producción de sésamo se trabajó a través de las organizaciones indígenas OMI (Organización Mismo Indígena) y OMMI (Organización de Mujeres Mismo Indígenas). Los líderes de cada aldea visitaron casa por casa a las familias consultando quién quería plantar sésamo. “Algunos argumentaban que no tenían tiempo o que estaban trabajando para otros productores menonitas. Pero hay miembros que prestaron sus tierras y así empezamos”, comenta Aníbal López, líder de Palo Santo, haciendo referencia a los primeros 43 vecinos que se unieron a la iniciativa.

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El equipo de Solidaridad, compuesto por Carlos Florentín, Derlis Zárate y los técnicos indígenas Oscar Ramírez y Gerardo Galeano, estuvo a cargo de dar la asistencia y el seguimiento oportuno en las aldeas de las comunidades. Para mejor organización del trabajo, cada aldea designó un responsable de agricultura que pudiera ejecutar las directrices emanadas de los técnicos. Cada productor se encargó de delimitar su parcela y limpiarla de malezas leñosas, aprendió cómo trabajar la tierra, combatir las hormigas y erradicar la quema, entre otras buenas prácticas agrícolas.

«Yo no sabía cómo plantar el sésamo, no sabía dónde vender, no había control”, explica Aníbal y agrega: “Haga calor o menos temperatura, plantas como el sésamo aguantan bien. Nos esforzamos haciendo trabajos pesados. No importa que haga calor, igual tenemos ánimo para trabajar”, añade Aníbal.

RESULTADOS Y DESAFÍOS

Luego de la segunda cosecha realizada por El Estribo, en 2019, se unió al emprendimiento la comunidad indígena Novoctas. La producción de sésamo entre los años 2017 y 2021 benefició directamente a 350 productores de El Estribo y 50 productores de Novoctas e, indirectamente, a un total de 820 familias indígenas de ambas comunidades. El área de superficie sembrada alcanzó 550 hectáreas y un total de producción de 184.360 Kgs (El Estribo) y 35.800 Kgs (Novoctas), totalizando más de 220.000 Kgs producidos con un ingreso total de USD 233.000.

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Las condiciones climáticas juegan un papel importante en el desarrollo de los cultivos. En este sentido los rendimientos del sésamo se ven afectados anualmente por las inundaciones y sequías, que se vuelven  cada vez más sectoriales y aumentan en intensidad. Así y todo, tener un ingreso mayor o menor, pero estable, representa un avance para la comunidad. «Se gane poco, o se gane mucho, tenemos un poco más de dinero para la familia. Por eso estamos muy contentos”, concluye Aníbal.

Para promover un uso más eficiente de las entradas del sésamo, Mario Salas Mayeregger, gerente de Solidaridad organizó una capacitación en educación financiera. Además, para aumentar su resiliencia como comunidad, y disminuir su dependencia de la asistencia externa, las productoras y productores recibieron herramientas para mejorar la planificación y ejecución de proyectos, y fortalecieron sus habilidades de liderazgo y negociación.

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Los resultados obtenidos y la metodología de trabajo aplicada han atraído a la mesa de gobernanza a nuevos actores de la región como el FIDA (Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola) y el Ministerio de Agricultura y Ganadería a través de su proyecto «Paraguay Inclusivo». Para poder operar con el organismo, Solidaridad asistió a la comunidad de El Estribo para formalizar su presencia en el sistema bancario abriendo una cuenta en el Banco Nacional de Fomento, a través de la cual se recibieron fondos para seguir trabajando con 349 productores de sésamo y 88 productores apícolas.

El aumento de ingresos de las familias, gracias a un modelo de producción y comercialización sustentables, brindó a las comunidades los medios necesarios para satisfacer necesidades básicas como ropa, combustible y reservas de alimento para el invierno, así como también mejoras habitacionales a través de la compra de herramientas, vigas, chapas y ladrillos, logrando así dar un paso más hacia el mejoramiento de su nivel de vida.

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