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TUERÊ Y EL CACAO: PRODUCCIÓN FAMILIAR PARA REFORESTAR LA AMAZONÍA

produtor cacau
En uno de los mayores asentamientos rurales de América Latina, productores de cacao aprenden a recuperar la vegetación nativa con un manejo sostenible.

La idea que la mayoría de la gente se hace cuando cierra los ojos y piensa en la selva amazónica es de verde, mucho verde. Bosque cerrado, animales corriendo sueltos, una infinidad de ríos. Pero la realidad al abrir los ojos en la región de la Ruta Transamazónica, que fue construida en la década de 1970 para cruzar siete estados de la Amazonia brasileña, es completamente diferente: polvo. Montones de polvo por todos lados. Y esto si se tiene la suerte de estar recaer allí en la época seca. De lo contrario, serán cientos de kilómetros de vías de acceso irregulares y llenas de barro, poco transitables. ¿Y los árboles? Uno allí, otro allá. De los grandes castaños, símbolo del Estado de Pará, que llegan hasta los 60 mt de altura y viven cerca de 1.500 años, quedan pocos en el paisaje, que exhibe amplios pastizales y poco ganado.

José Antônio de Oliveira

«Yo no tengo el valor, y tampoco creo que tenga el derecho, de derribar un árbol de la Amazonia para plantar pasto».  Fue este sentimiento el que llevó al productor José Antônio de Oliveira (54), oriundo de Pernambuco, a comenzar una nueva vida con 42 años en Novo Repartimento.

Novo Repartimento es el nombre de un municipio en el Estado de Pará, en la región de la Ruta Transamazónica. Surgió en 1991, después que la Villa de Repartimiento fuera anegada para la construcción de la represa hidroeléctrica de Tucuruí. Con cerca de 75 mil habitantes, la ciudad es un fiel retrato de la migración en Brasil. Personas de todos los rincones del país se trasladaron al norte, en medio de la selva, para colonizar la tierra y construir sus sueños. De ese movimiento migratorio para ocupar tierras, surgió Tuerê, uno de los mayores asentamientos de pequeños productores rurales de América Latina. Con sus más de 3.000 familias, el área ocupada por el asentamiento vio desaparecer sus bosques en las últimas décadas para dar espacio a la ganadería extensiva. La productividad promedio en la región es de 0,98 cabezas de ganado por hectárea, es decir, menos de un animal por hectárea. Además, la explotación maderera, aunque penada por ley, no se encuentra suficientemente controlada. Se añade a todo esto, las largas distancias, y el poco acceso a la electricidad, carreteras e internet.

«Yo participé en la construcción de algunas de las mayores obras de infraestructura del Brasil. Trabajé en la construcción de represas hidroeléctricas, de plataformas de petróleo, de minas. Pero esta es mi mejor obra: plantar cacao en la Amazonia», reflexiona Antônio. Él cuenta que cuando llegó al asentamiento para visitar a un amigo quedó encantado con la posibilidad de acabar con su carrera en la construcción civil y vivir del campo. «Siempre quise plantar. Siempre fue un sueño. Ya había plantado açaí y cupuaçú, pero nunca había vivido de la agricultura», completa.

Francisco Pereira da Cruz

Para Francisco Pereira da Cruz, 31 años, Tuerê es su hogar. Sus padres llegaron en una de las primeras olas migratorias y fue aquí donde Francisco nació. Su padre también es productor de cacao.

«Desde niño acompañaba a mi padre cuando iba a trabajar en el campo. Y así fue surgiendo en mí un cierto amor. Quien no tiene una plantación de cacao como esta en Novo Repartimento se las ve difícil. Vamos incorporando el cultivo de cacao cada vez más en la producción y percibiendo que el cacao lo es todo», se posiciona.

Para él, Tuerê todavía tiene grandes desafíos, pero cuenta que en el pasado, las dificultades eran aún mayores. «Al principio para los residentes, los colonos, no fue fácil. Era muy difícil. No teníamos ninguna vía de acceso, ningún camino. Para llegar al otro lado (del asentamiento), había que atravesar una montaña, subiendo y bajando 12 km. Hoy, no todavía no contamos con una carretera de calidad, pero al menos tenemos un acceso. Lo que ya pasamos aquí fue duro. En el comienzo fue muy difícil, pero está mejorando y aún va a estar mejor», cree. En su propiedad, donde aún no llegó la energía eléctrica, vive con su esposa y una hija de tres años. «Tengo alrededor de 4 mil pies de cacao y 7 cabezas de ganado», cuenta Francisco, que produjo cerca de seis toneladas de cacao en la última cosecha.

GANANCIAS EN ESCALA PARA LOS PRODUCTORES Y PARA LA FLORESTA

El beneficio económico asegurado es uno de los argumentos que Antonio utiliza para convencer a otros productores de reducir el área de pastoreo y comenzar a producir cacao. Él, que no produce ganado, lo que es poco común en la región, dice que el cacao le dio todo lo que construyó en los 13 años que lleva viviendo en la selva. «El cacao colocó la electricidad en mis casa, me dio mi heladera, mi freezer, la moto de mi hijo, todo fue gracias al cacao», recuerda.

Pero para él, su mayor riqueza es el pequeño bosque productivo que plantó en su propiedad. «Hoy tengo cerca de 30 mil pies de cacao. Y sigo plantando. Tengo un vivero con 5 mil plantines listos para plantar». La técnica de manejo con sombreado, es decir, usar árboles nativos para proveer sombra al cacao, además de mejorar la productividad del fruto permite restaurar el área que fue deforestada.

«Ya probé las castañas de Pará que planté. Ya planté unas 200 mudas de castaño, unos 200 pies de ipês morado y amarillo. Todo tiene una historia. No hay dinero en el mundo que pague esto. Entonces, cada 16 metros cuento con un escenario de esencias forestales. Sin contar los árboles que nacieron por su cuenta y que dejé», celebra.

Francisco, un hijo de Tuerê, dice que su alegría por producir en el bosque viene de la certeza que es posible recuperar y mantener el equilibrio para garantizar el futuro de las familias locales.

«El campo y el bosque para mí son lo mismo. Depende del momento, si uno sabe respetar los tiempos de la naturaleza, del manejo y sabe trabajar dentro de las reglas legales», cree.

Según él, la asistencia técnica que forma parte del programa es esencial en este proceso de equilibrio, pues permite aumentar la productividad sin ampliar el área. «En una pequeña área de tierra pueden hacerse grandes inversiones sólo con el manejo del cacao».

El sueño de José Antônio

José Antônio sueña con seguir plantando y que su propiedad pueda permanecer como un bosque productivo.

«Que mi hijo Pedro, que hoy tiene tres años, pueda vivir aquí, cuando tenga 53, con su propia familia, viviendo de esto». Y finaliza: «Mira, cada día me siento más animado. Cuando estoy un poco estresado, me doy una vuelta por mi plantación, miro los árboles de cacao, miro los árboles que planté, veo sus frutos … Es como tener un hijo y ver cómo ese niño se convierte en un hombre o una mujer formados. ¿Qué padre que no se regocija ante una vista así?», se emociona al productor. En 2017, nació su hijita, Ana Elisa.

Antônio y Francisco son productores que forman parte del programa de cacao y ganadería en el marco de la iniciativa «Territorios Inclusivos y Sostenibles», que desde 2016 promueve el desarrollo de una agricultura de bajo carbono en el contexto de la agricultura familiar en la Amazonia.

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Paulo Lima

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