Gerardo Galeano nació en El Estribo, una comunidad indígena de la etnia Enxet Sur en el Chaco Central paraguayo donde hoy trabaja como técnico agrícola. En esta historia nos ayuda a entender cómo su comunidad ha hecho propia la asistencia técnica recibida y ha sembrado las bases para seguir progresando por sí misma.
Crecer dentro de mi comunidad fue muy importante porque gracias a eso pude mantener las costumbres y la forma de vida de mis orígenes, mantener vivo mi idioma, mi cultura Enxet, y la alimentación nativa.»
Gerardo Galeano
“Crecer dentro de mi comunidad fue muy importante porque gracias a eso pude mantener las costumbres y la forma de vida de mis orígenes, mantener vivo mi idioma, mi cultura Enxet, y la alimentación nativa».
Gerardo Galeano
El Estribo es una comunidad indígena del Chaco Central en Paraguay que engloba 10 aldeas. Al igual que otras muchas comunidades de nuestra región, viven sin lujos, incluso sin servicios básicos como el agua corriente o una red eléctrica. Las familias están acostumbradas a tener una sola comida al día, especialmente cuando la situación económica es crítica.
Pero así como se comparten necesidades y desafíos, también se comparten alegrías. Los fines de semana las familias se reúnen en la cancha y comparten juegos. En los días festivos se practica la chokeada -un baile tradicional- al sonido del tamborcito, en especial el 19 de abril que es el día del indígena americano. Y cuando hay un casamiento o un cumpleaños, se invita a todos sin excepción, y se prepara comida para todos.
Y es que una de las primeras cosas que salta a la vista es la vida en comunidad. “Primeramente, hay que trabajar en conjunto y con ayuda mutua. Dar a entender a la gente que gracias al trabajo podemos obtener beneficios o ingresos para nuestras familias, y así evitar pasar necesidades”, resalta Gerardo.
Gerardo reafirma algo que otros líderes siempre mencionan, y es que para los Enxet el bosque es como un gran supermercado. De él obtienen el fruto de la algarroba con el que se elabora una harina rica en hierro y calcio, fibras para confeccionar textiles y objetos de uso diario, y plantas medicinales. El Estribo tiene varios médicos tradicionales y un libro fascinante publicado por la organización COOPI sobre plantas medicinales del Chaco, un rubro donde hay mucho que aprovechar todavía.
Enfrentar el clima
El factor crítico en la región y la razón por la que Solidaridad empezó a trabajar con la comunidad, es el clima. La región suele sufrir períodos de sequía de más de siete meses que suelen ser seguidos por violentas inundaciones.
Cuando el proyecto «Chaco Sustentable» inició se podían encontrar vecinos metidos de cuerpo entero en un pozo, cavando en busca de una veta de agua en medio de un llano pelado y polvoriento.
En diálogo con los y las líderes de las aldeas, Solidaridad centró su apoyo en la construcción de tajamares para garantizar el acceso a agua y peces de la comunidad, y el cultivo de especies resistentes a las sequías para autoconsumo y renta.
A pesar de estos desafíos, Gerardo cuenta que tuvo una infancia feliz junto a sus padres y hermanos. Le gustaba ir a la escuela, jugar al fútbol y acompañar a sus padres a pescar. Además, desde pequeño manifestó interés por la agricultura mientras acompañaba a su padre, que era técnico en agricultura, a la finca familiar.
Gerardo empezó a trabajar como técnico con la organización COOPI, luego pasó por el Programa Conjunto Seguridad Alimentaria y Nutrición (PCSAN) del Gobierno de Paraguay, y trabajó para Solidaridad por cuatro años. Hoy trabaja para la Municipalidad de Teniente Irala Fernández y va ganando espacio en su comunidad como uno de los jóvenes líderes con buen potencial para la organización social comunitaria y agricultura sostenible. Además, se desempeña actualmente como secretario de la OMI(Organización Mismo Indígena).
Sembrando resiliencia
Un día típico para Gerardo empezaba con la visita a los productores de cada aldea. Algunos hacían parte de su propia familia, eran hermanos y tíos. Veía qué herramientas les hacían falta y los remitía a donde correspondiera para conseguir lo que necesitaban. A los mayores siempre les dedicaba un poco más de atención.
Gerardo ofrecía asistencia técnica tanto a hombres como a mujeres:
No existe ninguna diferencia al trabajar con las mujeres, ellas muestran mucho interés, son productoras, y algunas son madres solteras que están a cargo de sus familias y trabajan de igual forma que los hombres.”
«No existe ninguna diferencia al trabajar con las mujeres, ellas muestran mucho interés, son productoras, y algunas son madres solteras que están a cargo de sus familias y trabajan de igual forma que los hombres.”
Para Gerardo lo más importante en su trabajo es poder usar sus conocimientos para ayudar a su gente y orientarla en tiempos de siembra y de cosecha. Dentro del proyecto él ayudó a instalar huertas con riego por goteo para autoconsumo, y a introducir el cultivo de sésamo entre los vecinos de la comunidad.
Años atrás, en las aldeas de El Estribo no se sembraba el sésamo sino el algodón. La idea de cambiar de rubro surgió de algunos pobladores que habían averiguado que el producto tenía buen precio y mucha demanda. Además, como el cultivo de sésamo no está mecanizado, iba a permitir emplear a muchos vecinos.
“Lo más importante que se logró en los cinco años del proyecto fue que se crearon fuentes de trabajo dentro de la comunidad, y gracias a eso las familias tuvieron un buen ingreso económico”
Desde la primera siembra en la que participaron 43 vecinos, se llegó a beneficiar a 820 familias, y se alcanzó un total de 136.609 kilogramos entre 2018 y 2020, más otros 81.000 kilos en 2021, en la que fue la primera cosecha organizada por el Ministerio de Agricultura y Ganadería después del cierre del proyecto de Solidaridad.
En todas las aldeas, cada jefe o jefa de hogar consulta a sus familiares para decidir cómo usar el dinero obtenido por la venta del sésamo. Se compra lo que haga falta en el hogar y, lo más importante, también se reserva una parte para un fondo con el que se financia la siguiente siembra.
Además, a través del proyecto, la comunidad entró en contacto con otras instituciones como la municipalidad de Teniente Irala Fernández, la gobernación de Presidente Hayes y el Ministerio de Agricultura y Ganadería, con quien El Estribo firmó un acuerdo para dar continuidad a los trabajos dentro de las comunidades.
Los planes de Gerardo son seguir trabajando como siempre y gestionar proyectos productivos y de desarrollo para que se incluya a más productores dentro de las aldeas. “Me gusta trabajar en mi aldea y con toda mi gente. Logramos muy buenos resultados en todo momento, pero si se presenta la oportunidad también me gustaría probar en la ciudad para adquirir experiencia.”
De hecho, uno de los puntos que más le complacen de su trabajo es que le ha permitido conocer a otros técnicos de otras instituciones y aprender más de ellos.
Lo más importante que se logró en los cinco años del proyecto fue que se crearon fuentes de trabajo dentro de la comunidad, y gracias a eso las familias tuvieron un buen ingreso económico”