Según datos de Naciones Unidas, los pueblos indígenas representan una gran diversidad: más de 5 000 grupos distintos en unos 90 países. Constituyen más del 5% de la población mundial y, sin embargo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables representando el 15 por ciento de los más pobres.
Aníbal López tiene 60 años y pertenece a la etnia Énxet Sur, uno de los 19 pueblos indígenas que habitan el Paraguay. Este pueblo es propio del Chaco Central y, según datos de la organización Tierra Viva, está compuesto por unas 5.700 personas.
Desde que su hermano falleció, Aníbal ejerce como líder de la comunidad indígena de Palo Santo en El Estribo. Palo Santo surgió en 1985, y en 1922 la Iglesia Anglicana adquirió y les trasladó el título de propiedad de las tierras donde la comunidad se había asentado.
Para Aníbal, al igual que para otros líderes de El Estribo como Felicita Villalba, el bosque es una suerte de cooperativa. Del bosque extraen miel, carne y el caraguata, un arbusto que les provee de fibra para hacer tejidos artesanales. Aníbal, además, es médico tradicional y, con el apoyo de la organización Coopi, publicó en 2006 un libro en español sobre el uso de Plantas Medicinales del Chaco Central.
En la actualidad, sin embargo, estas actividades económicas tradicionales no son suficientes para garantizar la seguridad alimentaria de la comunidad. Algunos miembros se dedican a la cría de ovejas y cabras, pero las condiciones extremas en el Chaco, que contemplan sequías de hasta siete meses seguidas de grandes lluvias, también hacen difícil llevar adelante proyectos productivos.
Junto con otras dos comunidades, Palo Santo participa desde 2017 del proyecto “Chaco Sustentable” en el Municipio de Teniente Primero Irala Fernández. El proyecto trabaja sobre tres ejes con las comunidades: acceso a agua, cultivos para el autoconsumo y cultivos para renta.
Entre diciembre de 2017 y enero de 2018 se sembraron alrededor de 300 hectáreas de sésamo con maquinaria prestada por la gobernación. Era la primera vez que se plantaba sésamo en las comunidades.
Aníbal y otros líderes visitaron casa por casa, a las familias consultando quién quería plantar sésamo. “Algunos argumentaban que no tenían tiempo o que estaban trabajando para otros productores menonitas. Pero hay miembros que prestaron sus tierras y así empezamos”. Primero se unieron 43 miembros de la comunidad, y luego se llegó a 57. El personal de proyecto organizó una capacitación acerca de cómo trabajar la chacra, combatir las hormigas y erradicar la quema en los campos.
«Esta es la primera vez que se está trabajando así. Yo no sabía cómo plantar el sésamo, no sabía dónde vender, no había control”, explica Aníbal y agrega: “Haga calor o menos temperatura, plantas como el sésamo aguantan bien. Nos esforzamos haciendo trabajos pesados. No importa que haga calor, igual tenemos ánimo para trabajar.”
Aunque a raíz de las inundaciones se perdió un 30% de lo sembrado, en 2018 se cosecharon 63.418 kilogramos de sésamo que se vendieron a la empresa Shirozawa por un total de alrededor de USD70.000.
Después de la cosecha, Aníbal realizó una reunión con su comunidad para decidir cómo invertir las ganancias obtenidas. En el caso de Palo Santo, se compraron chapas para reemplazar las que tenían agujeros. La familia de Aníbal compró ladrillos para ir cerrando las paredes de su casa.
“Con esa plata, mediante mi trabajo, no compramos celulares caros, ni equipos, ni motos, no. Nosotros compramos 600 ladrillos, el flete, cemento y un albañil oficial. Con la próxima cosecha vamos a cerrar la siguiente pared.”
Asimismo, cada familia aportó 50.000 guaraníes de sus ganancias para reinvertir en la siembra 2018/2019. Este año se sembraron alrededor de 485 hectáreas con 340 productores de todas las comunidades participantes del proyecto. A pesar de las grandes inundaciones que volvieron a darse, las familias cosecharon 53.326 kilos de sésamo que se vendieron nuevamente a la firma Shirozawa. Los ingresos por 381.965.800 millones de guaraníes -que corresponden a unos 63.660 dólares-, ya fueron repartidos entre los miembros de la comunidad.
«Gana poco, o gana mucho, tenemos un poco más de dinero para la familia. Por eso estamos muy contentos”, concluye Aníbal y comenta que con los ingresos de este año se espera comprar combustible, una motosierra, vigas y tirantes para construir casas.