Nos encontramos en uno de los mayores asentamientos rurales de América Latina, Tuerê, en el Estado brasileño de Pará, en la región amazónica. Aquí nos recibe una pareja muy simpática: Maria Josélia Santos Lopes, de 55 años, y João Evangelista (Juan Evangelista) Lima, de 58. João tiene una historia única desde su nacimiento, o más bien desde que fue bautizado. El día que lo bautizaron, un 27 de diciembre, fecha en que se rinde homenaje a San Juan Bautista, sus padrinos convencieron a sus padres de cambiarle el nombre. Pero, su familia ya estaba acostumbrado a llamarlo Rogério, así que quedó como João en los papeles, y como Rogério en el corazón.
Claro, que João nunca imaginó que su nombre llegaría a ser conocido del otro lado del océano, o que su cacao estuviera entre l0s 50 mejores del mundo según el certamen de «Cocoa of Excellence» (Cacao de Excelencia). Este programa surgió en 2009 para salvaguardar la diversidad de perfiles de sabor del cacao y mejorar la calidad de vida de quienes lo cultivan, identificando y promocionando denominaciones de origen de cacao de alta calidad.
Hace cerca de tres años, João entró en contacto con Solidaridad a través del proyecto “Territorios Inclusivos y Sostenibles en la Amazonia”, que promovía la adopción de sistemas agroforestales para el cultivo del cacao. Este modelo agrícola incentiva a las familias productoras a seguir mejores prácticas de fermentación, cosecha, poda y secado para alcanzar un resultado más sostenible, incrementar la renta, e incluso reducir la deforestación en la Amazonía.
“Si bien trabajo con cacao desde hace dos décadas, no habría alcanzado unos resultados tan destacados sin los consejos de los extensionistas de Solidaridad sobre fermentación. Ellos han sido mis socios, quienes me incentivaron. Mis conocimientos eran pocos, dependía de alguien que me incentivara, y eso marcó una gran diferencia. Con esto ahora gano un poco más y eso se nota en mi bolsillo”, concluye esbozando una gran sonrisa.
De hecho, fue uno de los técnicos de Solidaridad quien envió la muestra de cacao de João al concurso de Cocoa of Excellence. “Que de todas las muestras enviadas la mía quedara entre las 50 seleccionadas fue estupendo. Los muchachos de Solidaridad me enseñaron qué hacer y el camino a seguir. Pero yo también me considero merecedor de esta distinción y estoy muy contento”, cuenta João.
La preservación del medio ambiente es otro de los pilares que Solidaridad trabaja con los productores, y es algo evidente en a propiedad de João, donde los árboles de cacao conviven con otras especies. “El productor que planta cacao está reforestando. Además de ganarse uno la vida y mantener a la familia, con el cacao uno ayuda a reforestar, y eso es muy bueno”, afirma João.
DE LA MINA A LA AGRICULTURA
En un área total de ocho hectáreas, João tiene casi 5.000 árboles de cacao en plena producción, 1.600 plantas jóvenes sin florecer, y 1.400 plántulas que sembrará en los próximos meses. De su finca están saliendo, en promedio, 4,8 toneladas anuales de cacao cuidadosamente cultivadas. Su propiedad ha ido adquiriendo cajas de madera y un calentador para mejorar el proceso de fermentación y secado.
Pero antes que su cacao fuera usado para la elaboración de chocolates finos, João probó otros derroteros. Cuando João tenía 17 años, su familia se mudó del estado de Maranhão a Pará en busca de un mejor porvenir. Se asentaron en el municipio Anapu, en una casa rodeada de selva.
Entonces se vio atraído por la fiebre del oro, y terminó trabajando en el “garimpo” de la Sierra Pelada, en Curionópolis, en el Estado de Pará. Esta mina a cielo abierto, inmortalizada por la lente del fotógrafo Sebastião Salgado, fue la más grande del mundo en la década de los 80’s. Recibía a gente de todo el Brasil buscando “bamburar”, expresión usada para referirse a quien se hace rico encontrando una gran cantidad de oro; cosa que pocas veces sucedía.
“Trabajé por 14 años en el ‘garimpo’, hasta los 33 años cuando encontré la forma de dedicarme a trabajar la tierra”, recuerda João quien aun siendo minero terminó cerca de un asentamiento rural surgido por la reforma agraria, y consiguió comprar un lote de tierra. Allí, vivió siete años, construyó una casa, arregló sus asuntos y se casó con doña Josélia. Desde entonces ambos llevan 18 años compartiendo vida y amor.
DOMICILIO FIJO EN TUERÊ
La llegada de João y Josélia a Tuerê se dio buscando un suelo más apto para el cultivo del cacao. Con el cacao, su vida fue mejorando. Construyeron una casa nueva, amplia, confortable, con una galería que recibe una fresca brisa. Y es desde su galería que la pareja observa cómo los árboles de cacao florecen, dan frutos y maduran hasta estar listos para la cosecha.
La producción de cacao fue un antes y un después en la vida de la familia. “Si no fuera por el cacao, pienso que ni siquiera tendría esta finca. En los momentos más difíciles, la única fuente de ingresos que teníamos era el cacao”, manifiesta João con emoción. Y así se va construyendo esta historia de João Evangelista, mejor dicho Rogério, y de doña Josélia. No es difícil entender los motivos que los llevaron tan lejos: el amor a la tierra, la voluntad de producir, y el haber comprendido que el campo, el hombre y la naturaleza comparten un mismo destino.