
En las montañas cafetaleras de México, miles de mujeres y jóvenes sostienen el cultivo día tras día, pero sus contribuciones siguen siendo invisibilizadas. Migración forzada, falta de acceso a la tierra, escasa participación en espacios de decisión y un reconocimiento limitado como productores son solo algunas de las barreras que enfrentan. Estas dinámicas no solo afectan su bienestar, sino también la sostenibilidad y el futuro del sector cafetalero.
Con el fin de comprender a profundidad estas desigualdades, este año desarrollamos un análisis con enfoque de género y juventudes en la cadena de suministro del café en México, con el objetivo de identificar brechas, roles y oportunidades entre hombres, mujeres y personas jóvenes. Esta información servirá como línea base para diseñar intervenciones más inclusivas y efectivas en el futuro.
Para hacer este análisis, usamos una metodología mixta (cuantitativa y cualitativa) con fuentes primarias y secundarias, en tres niveles de análisis:
- Micro: Familias productoras y equipo técnico.
- Meso: Actores comunitarios, comerciales y de la sociedad civil.
- Macro: Actores del sector público.
¿Por qué es clave incorporar un enfoque de género en el sector cafetalero mexicano?
Para avanzar hacia una caficultura verdaderamente sostenible e inclusiva en México, es esencial comprender la estructura de las familias productoras, especialmente desde una perspectiva de género y juventudes. Aunque las mujeres y los jóvenes participan activamente en la producción de café, enfrentan barreras estructurales que limitan su acceso a recursos, toma de decisiones y oportunidades de desarrollo.
En un contexto donde el 60% de las familias cafetaleras son indígenas y la producción se realiza mayormente en pequeñas parcelas bajo sistemas agroforestales, persisten desafíos como la desigualdad de género y la migración de jóvenes por falta de oportunidades.
Abordar estas desigualdades a través de análisis sociales profundos y estrategias transformadoras permitirá construir un modelo cafetalero más justo, resiliente y equitativo, donde todas las voces y aportes sean reconocidos y valorados.
¿Qué encontramos en el análisis?
- En el 60% de las casas, el jefe de familia es hombre, y en el 40% es mujer.
- La mayoría de las familias (73%) tienen pequeñas fincas de entre 1 y 4 hectáreas.
- Solo el 40% de las mujeres dijeron que la tierra estaba a su nombre.
- Las mujeres trabajan doble o triple jornada (en la finca, en la casa y a veces fuera).
- Los hombres ganan un 40% más de dinero que las mujeres.
- Solo el 22% de las mujeres toman decisiones sobre cómo se gasta el dinero.
- Muy pocas mujeres (solo el 8%) tienen cargos importantes en sus comunidades, y casi ningún joven (80%) los tiene.
Un séctor más inclusivo
Para Solidaridad, trabajar con perspectiva de género es fundamental porque la equidad potencia la sostenibilidad de las cadenas de valor: empoderar a las mujeres rurales mejora la calidad de vida de sus familias y fortalece la resiliencia de las comunidades, generando impactos duraderos tanto sociales como económicos. Desde 2016, hemos integrado este enfoque en proyectos de café, cacao, soja, palma de aceite, minería artesanal de pequeña escala y ganadería en Latinoamérica, convirtiendo estudios sobre brechas de género e inclusión en herramientas de gestión y recomendaciones concretas.
Además, trabajamos con la metodología GALS, que promueve que toda la familia participe en la planificación del futuro productivo y personal. Esto ha demostrado no solo mejorar la toma de decisiones dentro del hogar, sino también incrementar la productividad y la adopción de prácticas sostenibles.
¡Buena Lectura!