Foto: aldeana recogiendo agua de viejo tajamar. Crédito: Juan Dussan
Capturando agua
Es de mañana y de entre medio del monte, silenciosas y como por arte de magia, van apareciendo una tras otra, mujeres con baldes y cañas de pescar a la orilla de un viejo tajamar. Una de ellas es Cecilia Ricardi, de la aldea Karandá.
“Ahora ya es seca otra vez, lejos ya otra vez vamos a irnos a traer el agua, no quiere llover y venimos al tajamar para encontrar peces que dar de comer a nuestros hijos”.
El viejo tajamar de donde extraen el agua actualmente se encuentra casi agotado, por lo que durante la temporada seca el agua se ensucia con barro.
“Al llegar a casa tratamos el agua para poder beber, para que los niños no tomen agua de barro. Porque el agua a veces ya produce enfermedades como diarrea, vómitos y en casos extremos causó la muerte de algunos niños”.
Foto: Aldeana pescando en el viejo tajamar. Crédito Carlos Florentín, Solidaridad
A través de la Organización Mismo Indígena, la comunidad de El Estribo presentó en 2017 un proyecto al grupo de gobernanza que integran Solidaridad, el municipio de Teniente Primero Irala Fernández, el Instituto Paraguayo de Tecnología Agraria y la Gobernación de Presidente Hayes. Luego de dos años de trabajo conjunto, 17 aldeas indígenas cuentan finalmente con dos nuevos tajamares con capacidad para captar 36 millones de litros de agua de lluvia. Al estar emplazados en sitios con buena disponibilidad de arcilla en el suelo, ambos reservorios corren poco riesgo de filtraciones y proveerán de agua a 944 familias para sobrellevar prolongadas sequías.
Foto: Construcción de uno de los dos nuevos tajamares junto al viejo tajamar. Crédito: Marcelo Insaurralde, Solidaridad
“El agua que llevamos del tajamar utilizamos para lavar la ropa, cocinar, tomar, usamos para muchas cosas el agua del tajamar. Y si no tenemos agua; ¿qué es lo que podemos hacer? Cuando no hay agua les afecta a todos, los animales no tienen que tomar, en la comunidad nosotros cavamos pozos para buscar agua. Ahora escuché que ya tenemos tajamar nuevo, por eso nosotras estamos muy alegres. Ahora vamos esperar que llueva para que se pueda cargar el nuevo tajamar”, concluye Cecilia.
Foto: Cecilia Ricardi. Crédito: Claudia Leiva, Solidaridad
Garantizando la seguridad alimentaria
Chaco Sustentable, el proyecto que Solidaridad lleva adelante con financiación del Gobierno de Holanda desde 2016, instaló un modelo de desarrollo agrícola con comunidades indígenas que garantiza su seguridad alimentaria y, a la vez, brinda una fuente de ingresos para la comunidad durante las temporadas de sequía, que pueden prolongarse por hasta siete meses.
Además de mejorar la captura de agua de lluvia para abastecer a las familias, el proyecto instaló al día de hoy ocho huertas escolares y huertas comunitarias que abastecen a 390 familias. Todas las huertas cuentan con sistemas de riego por goteo para evitar el uso excesivo de agua. Las huertas proveen verduras frescas de producción orgánica que complementan las viandas de almuerzo y merienda que los niños reciben en la escuela, contribuyendo minerales y nutrientes a sus dietas. Los ingresos provenientes de rubros de renta son utilizados para mantener y ampliar las farmacias sociales.
Carmen es la maestra de 21 niños de nivel preescolar hasta sexto grado en la escuela Santa Isabel. Ella llega a la mañana y se va a la tardecita. Atiende a los niños de cuarto, quinto y sexto en la mañana y a los más pequeños en la tarde. En 2017 se instaló una huerta que ella y los niños ayudan a mantener durante el horario escolar:
“El proyecto surgió de la necesidad de obtener algunas verduritas, que muchos de los niños no tienen en sus casas. Cuando ellos no tienen qué comer en sus casas, hacemos una olla popular acá, y usamos las verduras para el guiso de arroz, para acompañar los porotos, para ensalada, o jugo de perejil”.
Foto: Porfirio, encargado de la huerta, Carmen y Gerardo, técnico de campo de Solidaridad, con los nuevos tomates
Desde que la iniciativa comenzó, ha bajado la deserción escolar. Si bien la huerta tiene un encargado, todos colaboran: buscan palos que sirvan como tutores para las hortalizas, limpian, riegan.
“Toditos están encantadísimos. El tomate, la zanahoria, les encanta. Ahora, por ejemplo, están por madurar los tomates y ellos cada día me piden para ir a la huerta. La cebolla también les gusta muchísimo”.
A través de un modelo «aprendiendo haciendo», los niños van incorporando cómo llevar adelante el huerto, y Carmen refuerza la práctica con temas de nutrición en clase. Ahora mismo solo hay huertas en las escuelas, pero Carmen insta a que las familias también cultiven sus propias huertas en casa.
“Acá la tierra es buenísima, con un poquito de abono todo es posible”, comenta y prosigue “con un poco de capacitación también sería bueno concientizar a los padres, porque es muy útil”
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